Su pasta de dientes tiene triclosán. Y los productos de limpieza del hogar, el desodorante, los artículos de belleza y el colutorio. Se trata de un potente compuesto químico usado como conservante que nos protege de infecciones bacterianas, por un lado, pero puede resultar dañino para nuestra salud y el medio ambiente, por el otro. De hecho, se encuentra actualmente en el punto de mira del Comité Científico para la Seguridad del Consumidor de la Comisión Europea y de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos.
A la inevitable pregunta: ¿puede envenenarme el dentífrico? La concentración máxima de este químico permitida por la Unión Europea es del 0,3% para la pasta de dientes y otros productos cosméticos (jabones de manos, desodorantes —no aerosoles—, jabones corporales y geles de ducha, polvos compactos, maquillajes, productos para la higiene de uñas previos a la aplicación de uñas artificiales), y del 0,2% para los enjuagues bucales. Se trata de medidas que, al menos en la evidencia actual, se considera seguras para la salud.
Y aquí llegamos a la polémica: esta sustancia química se acumula hasta superar con creces los niveles recomendados. Así lo alerta un estudio elaborado por químicos ambientales de la Universidad de Massachussets Amherst, y publicado en Environmental Science & Technology en octubre: la acumulación de triclosán en las cerdas de tu cepillo de dientes puede llegar a multiplicar por 7 y hasta por 12,5 veces la dosis habitual a la que nos exponemos con el uso diario de un dentífrico con este ingrediente.
Pero no solo eso: la exposición al triclosán persiste a las dos semanas de haber cambiado a un dentífrico sin esta sustancia. Los autores de la investigación subrayan que la exposición prolongada al triclosán puede alterar las hormonas.
Fuente: BuenaVida