Cuesta creer la ilusión y alegría con la que se despiertan los pequeños de la casa cuando cercioran que ha habido un pequeño roedor cambiando dientes por regalos. Esta tradición, que no se circunscribe sólo a España, ha pasado de padres a hijos y permite que aunque algún día despertamos de ese sueño, averiguamos que el ratón en muchas ocasiones sí guardó los dientes aquella noche.
El Ratón Pérez aparece por primera vez en España a finales del siglo XIX. De manera explícita en un cuento que el monje jesuita Luis Coloma escribe al futuro rey Alfonso XIII. De una forma indirecta en una novela de Benito Pérez Galdós, cuando compara a un personaje con este particular roedor. Por lo que sabemos que, al menos, se conocía.
Pero lo cierto es que este ratón pasa cada noche por las camas de medio mundo. Aunque con distintos nombres. En México es «el ratón de los dientes», en Italia se llama «Topolino» y en los países germanos, «el hada de los dientes».
Hay todo un ejército de ratones dispuestos a que ningún niño se despierte con el diente debajo de la cabeza. Ni siquiera el del sueño ligero. El ratón se cuela en la habitación para que la historia nunca tenga su final.
Y es que, como indica una de las leyendas, el ratón era un hada mágica que cambió de forma para castigar a un malvado Rey haciendo que se le cayeran todos los dientes. Para ello, este ser mágico se oculta bajo su almohada.
En España, el Rey Alfonso XIII, lo leyó por primera vez cuando tenía 8 años, en los cuentos que el monje jesuita Luis Coloma le escribía. Hasta hoy en día ha quedado su domicilio. En la madrileña calle del Arenal número 8. Y el Ayuntamiento hizo lo propio. Puso una placa en la que puede leerse: «Aquí vivía, dentro de una caja de galletas en la confitería Prast el Ratón Pérez».