Si recuerdas las lecciones de biología de la escuela, podrás rememorar aquellas palabras de tu profesor o profesora de biología hablando sobre el agua. La profesora mía la calificaba como inolora, incolora e insípida. Si este agua -incoloro, inodoro e insípido- fuera la que saliese por el grifo de nuestra casa, algunos (sobretodo los que viven en costa) se ahorrarían un buen dinero en botellas y garrafas, pero estarían bebiendo un agua tan pura que no tiene nutrientes.
Por supuesto que los compuestos químicos que llegan a nuestro vaso son multiples y variados, pero uno de ellos, el flúor, es añadido especialmente para que llegue hasta nosotros. Así es el proceso de fluoración del suministro de agua:
En muchas ocasiones, teóricos de la conspiración han utilizado este aspecto para hacer valer sus discursos sobre la medicación de los ciudadanos sin ellos saberlo. El descubrimiento de vías alternativas para la prevención de las caries como la leche fluorada o la pasta de dientes con este compuesto, ha hecho que países como Finlandia, Alemania, Japón, Suecia o Suiza, hayan decidido interrumpir la fluoración del agua del servicio de abastecimiento público.
Fue en 1901 cuando se observó una tinción dental en los dientes de un pequeño pueblo de Colorado. Un científico que trabajaba en una fábrica de metales en la zona, se ofreció desinteresadamente a hacer un estudio para descubrir por qué se daba este fenómeno. A partir de ese estudio se interpretó que había que fluorar el agua de las ciudades entre el 0,7 y el 1,2 ppm.
Setenta años más tarde, surgió el rumor de que esta fluoración podría provocar cáncer de huesos. Y, aunque sí que se descubrió una relación en roedores, las cantidades de fluor que habría de ingerir eran excesivamente altas. Por lo que se indicó que los beneficios eran mayores que los prejuicios.